domingo, 31 de julio de 2016

música del pasado que sólo se puede componer en el futuro








Las últimas películas que he visto (tras 15 días de vida monacal en Bilbao, sin cine ni TV) tienen mucho en común.






El duque de Burgundy (Strickland, 2014) no es una película de lesbianas sadomasoquistas orinándose unas a otras como Todos quieren algo (Linklater, 2016) no es una película de jóvenes machistas, baseball y testosterona. Son dos películas que tratan sobre el lugar que el pasado (y el amor) ocupan en la marcha del tiempo.






Hay una cosa que ocurre con el tiempo, lo descubrieron los grandes poetas y algunos directores de cine: avanzar en la descripción del futuro es la única forma de comprender el pasado. 

¡El cuadro del pasado sólo se dibuja en el futuro!

2046, la película de Wong Kar Wai, trata, entre otras cosas, de un escritor que escribe sobre el futuro porque sabe que hay un vagón en ese tren que esconde la música de sus recuerdos.








Me gusta de ella, sobre todo, la "Polonaise" de Shigeru Umebayashi pero he tratado de compensar mi absoluta falta de talento con el piano con mucha voluntad para sacar algo parecido al "Adagio" de Secret Garden y Rolf Løvland.




martes, 26 de abril de 2016

Tilín, tilín, hijo de puta: una reseña de Vonnegut


"Tilín, tilín, hijo de puta"
Jesús García Cívico
Reseña en Revista de Letras




"Creo que no hay mejor forma de describir la poética novelesca, pero también vital, que anima al última ficción de Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922 – Nueva York, 2007) graciosamente publicada por Malpaso que recordar la reflexión que hace el trasunto del conmovedor Kilgore Trout acerca de El viejo y el mar.

Efectivamente, Vonnegut cuestiona en el prólogo de Cronomoto (Malpaso, 2015) el desenlace del conocido relato de Hemingway: un pescador cubano que no había pescado nada en ochenta y cuatro días atrapa de repente un pez espada. Lo mata y ata a la embarcación pero los tiburones lo devoran antes de alcanzar la costa. Pero, ¡¿por qué no cortó los mejores trozos y los protegió en el fondo de bote dejando sólo el resto para los tiburones?!






Cronomoto 1 fue al principio –al decir de Vonnegut– una novela que no avanzaba, un atasco, un laberinto, un pez espada a merced de los tiburones (de los otros tiburones) ¿Qué hacer? ¿Dejar que lo devoren antes de alcanzar la costa (la otra costa, la costa de la muerte, la costa…oscura)? No, mucho mejor “filetear el pez y arrojar el resto”.

Filetear el pez y arrojar el resto, esto es, fragmentar y subir a bordo lo más sabroso de la historia, proteger las partes suculentas en la frescura de una particular aguanieve compuesta de vitalidad y melancolía, hilarlo todo con el hilo finísimo del desencanto, la compasión, la ironía y la burla. Solución estética a un trabajo arduo, ingrato, de muchos años, pero también solución sabia a una de las cuestiones fundamentales de la vida (el desajuste entre el deseo vivir haciendo muchas cosas y nuestra, al parecer innegociable, finitud), el Cronomoto que hemos podido leer en traducción de Carlos Gardini gracias la esmeradísima editorial catalana que ya publicó del mismo autor La cartera del cretino (Malpaso, 2013) o Que levante mi mano quien crea en la telequinesis y otros mandamientos para corromper a la juventud (Malpaso, 2014) es también la última novela de Vonnegut que aún permanecía inédita en castellano.


Cronomoto: novela fileteada o ensayo bromista-novelado, salvado, –gracias al contraejemploHemingway– de las mandíbulas del mundo y de la vida; texto restaurado, seccionado tierna y ácidamente por Vonnegut (tierno cronista de las carnicerías y de los mataderos de los hombres) en sesenta y tres solomillos alrededor de una perturbación en el tiempo... 







Marc Twain escribió que de adulto nunca quiso que ningún amigo liberado de ese peso regresara a la vida. Vonnegut cita también a Thoreau: “El grueso de los hombres lleva una vida de callada desesperación”. Envenenamos el agua, el aire y el suelo, construimos sofisticados artefactos de destrucción, armas de fuego baratas como tostadoras, manejables como encendedores, violencia, apatía y ganas de morir. ¡Y eso que la mayoría de esta gente no llegó a ver la gran carnicería del siglo XX, ni siquiera Twain!Regreso previsible, penoso por repetido, regreso minuto a minuto hasta 2001. Vidas abandonadas a la inercia, vidas al remolque de un discurrir ya determinado, vidas sin aliento, vidas vividas de forma mecánica hasta el momento en que se recupera el presente: ¡el repentino regreso del libre albedrío! ¿Libre albedrío? 


Ah, pero también en el libre albedrío mucha gente vive con desgana, apáticamente, al indolente modo del suicida. También en el libre albedrío la gente ¡tanta, tantísima gente! acepta el desvarío y la violencia. Pronto se dibuja pues, en el fondo, la cuestión humanista y vital que constituye el tema principal de Cronomoto (tema en un sentido novelesco, esto es, aceptando las tesis de Kundera y Bernhard, tema en un sentido… musical): ¿qué hace el hombre con su vida? ¿dónde nace esa tendencia a la dejadez y la apatía? ¿nadie más se apercibe de la plaga del tiempo, ese laborioso humanicida? ¿por qué sucede que la gente no se siente contenta de vivir? (...) 







"Tilín, tilín, hijo de puta", Jesús García Cívico, reseña de Cronomoto, Kurt Vonnegut, Malpaso, 2015 en Revista de Letras