lunes, 14 de diciembre de 2020

El tipo de crítica que me gusta escribir a mí

Creo que la diferencia entre aquellos que además de escribir otros géneros hacemos crítica literaria (sea de un ensayo, de una novela, o de un libro de filosofía) y aquellos que nunca se han planteado hacerla es, como todas, una cuestión de «egoísmo» (egoísmo entendido en un sentido muy distinto al que enseguida están pensando).

¿Qué tipo de crítica me gusta escribir a mí?

Yo siempre he tratado de trasladar a la medida de mi lengua, de mi formación y de mis posibilidades, con todo el entusiasmo infantil y la perspicacia madura de la que soy capaz —y creo que siempre con un rigor no exento de amor por la cultura o de amabilidad con el autor— aquella definición de crítica que defendía W. H. Auden (La mano del teñidor) cuyo párrafo que cito a continuación fue a su vez objeto de crítica en una de las tertulias casuales propuestas por Kowalski Bellas Artes, etc.:

«¿Cuál es la función del crítico? Acercarme a obras o autores con los que no estaba familiarizado hasta ahora; convencerme de que he menospreciado determinadas obras o autores porque no los he leído con la suficiente atención; mostrarme relaciones entre obras de distintas épocas y culturas que nunca habría podido descubrir por mi cuenta porque no tengo conocimientos suficientes y nunca los tendré; ofrecerme una lectura de la obra que acreciente mi comprensión de la misma; arrojar luz sobre el proceso de construcción artística, y arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etcétera. Los tres primeros exigen erudición, los tres siguientes un grado mayor de perspicacia, cuando las cuestiones que suscita el crítico son nuevas e importantes».

W. H. Auden





lunes, 26 de octubre de 2020

A veces me siento y pienso y a veces solo me siento

Me gusta mucho la cantante de rock australiana  Courtney Barnett, he bailado muchas veces solo en casa escuchando «Pedestrian at Best», la canción incluida en un álbum con un título brillante: Sometimes I Sit and Think and Sometimes I Just Think: «A veces me siento y pienso, y otras veces solo me siento». Es una pena que la RAE haya suprimido el acento, o mejor, la tilde diacrítica pues el título en castellano se presta a una engorrosa confusión. 


C. B.

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Formalmente está muy cuidada, pero yo creo que a pesar de toda la ambigüedad postmoderna de Sorrentino, el joven director napolitano no puede evitar que asome el hocico aquí y allá ese tufillo inconscientemente machista, levemente fascistoide, naturalmente católico que constituye desde el primer neorrealismo la fenomenal aportación del cine italiano al arte del siglo XX.


Toni Servillo en La grande bellezza (Sorrentino, 2013)

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Folie es locura en francés, pero era también, desde fines del XVIII, un quiosco campestre lleno de  coqueterías y formas curiosas, texturas que evocan imágenes desconcertantes y objetos bizarros. Y este es el sentido básico del título que proviene del crítico Sainte-Beuve, que habló de la Folie Baudelaire, lugar de caprichos y voluptuosidades como cualquier Folie del XVIII.



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Equivocarse es humano, pero eso no significa absolutamente nada. Zizek dijo que la pandemia traería el comunismo y ni siquiera él se ha despertado comiendo en un koljós. Lo importante ya no es cómo superamos los errores sino como gestionamos la impaciencia.


Z.


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Libro de ficción que más he disfrutado esta semana: La guerra de las salamandras (1936) de Karel Čapek.
Libro de no ficción que más he disfrutado esta semana: Bajo el signo de Saturno (1972) de Susan Sontag.
Película que más he disfrutado esta semana: Días sin huella (The Lost Weekend) (1945, Billy Wilder.
Disco que más he disfrutado esta semana: Dusk, el tercer disco del dúo de Londres Ultimate Painting.




viernes, 23 de octubre de 2020

Antonio Beneyto, hombre generoso

El País

Barcelona - 23 de octubre de 2020

Obituario 

Muere Antonio Beneyto, representante del surrealismo contemporáneo

El pintor, escultor y escritor era autor de una obra poblada de criaturas híbridas y monstruosas pero llenas de humor e ironía. El escritor, pintor y escultor Antonio Beneyto ha fallecido este jueves en Barcelona víctima del coronavirus a los 86 años, después de permanecer tres meses ingresado en una clínica por otra enfermedad. Este albacetense afincado en Barcelona desde 1967 fue uno de los máximos exponentes del llamado surrealismo contemporáneo.

La obra de Beneyto está llena de figuras enfrentadas, con rostros desdoblados como si fueran el Ying y Yang; criaturas híbridas y monstruosas que ofrecen al espectador una perspectiva fantasmagórica, donde todo lo humano no es más que un recuerdo. Maestro de lo onírico, como buen continuador de lo surrealista, desarrolló un arte imaginativo, lleno de ironía y sarcasmo. Una amplia visión de su trayectoria pictórica y escultórica se encuentra en el libro Beneyto, creador postista (2002). Su obra forma parte de museos y colecciones privadas, como la Fundació Vila Casas, que cuenta, al menos, con cuatro obras. Fue designado por Carlos Edmundo de Ory, Chicharro y Sernesí como el mejor valedor de los principios fundacionales del movimiento postista -primera corriente de vanguardia de postguerra en la península que crearon estos tres artistas-, que se pueden desglosar en cinco constantes: libertad, calle, inconsciente, amor loco y euritmia.

Beneyto comenzó su carrera artística a finales de los años sesenta en Palma de Mallorca, en torno a la revista Papeles de Son Armadans, donde conoció a Robert Graves, Camilo José Cela, A. F. Molina, Cristóbal Serra, y Antoni Serra. Una vez instalado en Barcelona dirigió la colección La Esquina, en la que editan Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Ax Aub, Juan Eduardo Cirlot y Joan Brossa.

En 1987 protagonizó en la Galeria Maeght una hazaña digna del libro Guinness: pintó un dibujo de 30,5 metros de largo realizados sobre dos rollos de pianola enganchados; en el que el artista había pintado, una vez más, sus personajes: monstruos, hombres y vegetales híbridos a base de gouache y tinta china. «No tiene principio ni fin, entrada ni salida; la gente me pregunta que dónde empieza, pero el caso es que no hay secuencialidad en él; tampoco cuenta ninguna historia, es una obra absolutamente abierta a todas las lecturas», dijo el artista sobre su obra.

Autor de numerosos libros entre los que destacan los de narrativa y ensayo como Los chicos salvajes (1971), Cartas Apócrifas (1987), Eneri, desdoblándose (1998), Tiempo de Quimera (2001), El otro viaje (2003), Còdols en New York (2004), Un Bárbaro en Barcelona (2009), Escritos caóticos (2009) y Dentro de un espejo morado (2010). Fue redactor jefe de la revista de creación literaria Barcarola. También es autor de libros autobiográficos como Diario del artista suicida y textos políticos como Censura y política en los escritores españoles y críticos como Escritos caóticos. Entre sus poemas en prosa o verso destaca «Textos dentro de un espejo morado», «Un bárbaro en Barcelona» o «Tiempo de quimera, poema cinematográfico», reeditado por In-verso.


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Antonio Beneyto acompañando generosamente la presentación de Una casa holandesa de García Cívico (Canibaal, 2014) y de ediciones Canibaal en Barcelona con Jesús García Cívico y Ximo Rochera.


martes, 25 de agosto de 2020

«Lindes del arte casual y gramática de los solares» mi colaboración en Arte Casual de Francisco Ferrer Lerín (fragmento)


«Lindes del arte casual y gramática de los solares» mi colaboración en Arte Casual de Francisco Ferrer Lerín (fragmento)



Arte Casual 

FRANCISCO FERRER LERÍN

(Athenaica, 2019)


Con las colaboraciones de:


Ignasi Aballí ∙ Frederic Amat ∙ Félix de Azúa ∙ Juan Buil ∙ Francesc Cornadó ∙ Ignacio Echevarría ∙ Jesús García Cívico ∙ Jordi Ibáñez ∙ Enrique Juncosa ∙ Tecla Lumbreras ∙ Jesús Martínez Clarà ∙ Luis Martínez Montiel ∙ Joël Mestre ∙ Margot Molina ∙ Jesús Palomino ∙ Elena Ruiz Sastre ∙ Fernando del Val ∙ Antonio Viñuales ∙ Pedro G. Romero




«A mediados de los ochenta, la práctica intensiva de la ornitología de campo —o de la variante lúdica que los anglosajones llaman bird-watching— llevó a Francisco Ferrer Lerín a recorrer escenarios periurbanos donde medran especies de clara antropofilia como el gorrión común, el estornino pinto o la abubilla. En esos escenarios —pequeños cultivos, ejidos, yermos, vertederos— el escritor descubrió, al tiempo que observaba las aves, manifestaciones espontáneas de arte contemporáneo, desprovistas de intencionalidad y fruto de actividades humanas de carácter funcional. A resultas de su hallazgo redactó, en 1984, un Manifiesto donde acuñaba el término Arte Casual (A.C.) e iniciaba un proceso de captación de muestras de dicho «género» mediante la cámara fotográfica, durante un periodo de gran efervescencia creativa en el que también abordó las primeras Acciones y proyectó los primeros Táctiles. Obra colectiva de prestigiosos autores y especialistas, entre ellos Félix de Azúa, Ignacio Echevarría, Jordi Ibáñez o Pedro G. Romero, el presente volumen evalúa desde diferentes perspectivas, que van del ensayo más académico al texto de creación, el trasfondo teórico de la propuesta de Ferrer Lerín y sus resultados —necesariamente efímeros, pero transmitidos por las instantáneas de las que se ofrece una muestra—, así como las muchas cuestiones derivadas de un planteamiento que, como leemos en el Manifiesto, no es sarcástico ni revanchista ni crítico ni iconoclasta, sino en definitiva «deudor del arte último porque éste nos ha enseñado a ver, a apreciar la descontextualización, las series, los nuevos agrupamientos de objetos, los acotamientos del espacio, los empaquetamientos, los apilamientos, el azar como fuente de placer estético».


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Lindes del arte casual y gramática de los solares

Jesús García Cívico

 

Cuando en 1984 el poeta, o quizás ya, el artista total Francisco Ferrer Lerín, acuñaba la expresión «Arte casual» (AC), yo todavía frecuentaba los solares. Eran regiones del extrarradio en procesos de cambio de su uso, superficies heterogéneas en los límites de la ciudad, territorios poco industrializados en los márgenes cambiantes que unen o separan la ciudad del campo. Eran descampados excepcionalmente ocupados por muebles viejos, jirones de revista y objetos insólitos donde al levantar la cabeza de los cardos, las espiguillas y las achicorias amarillas uno distinguía primero el suave zumbido y luego el latigazo del tránsito fugaz de un tramo de autopista justo a la entrada de la ciudad en cuyas cunetas, al igual que en los lindes de otras infraestructuras, según es mi recuerdo, crecían amapolas viarias entre las grietas de alquitrán del nuevo asfalto. Lugares aparentemente sin vivencias, lugares de tránsito (de cierto tránsito), lugares de flujos dignos de olvido o que no impregnan y a la vez no-lugares en los términos del antropólogo Marc Augé que se caracterizaban, según ya sabía, tanto por cierta desafección en términos de sociabilidad humana como por la posibilidad de encontrar entre escombros y plantas ruderales (del latín rude-ris, escombro) objetos y olores muy distintos. Se distinguían también, según yo ignoraba —y si recurro a la prolepsis (en la doctrina estoica y epicúrea, conocimiento anticipado de una cosa), es decir, si recurro a aquello que solo pude saber mucho tiempo después, diría que se distinguían por la posibilidad de hallar en él una obra de arte casual, esto es, de acuerdo con la meditada definición del Manifiesto: «objetos o grupo de ellos, materiales sin vocación artística, que por su ubicación, colocación o combinación producen en el observador un placer visual sin haberlo pretendido el responsable de la situación».

En 1984, un artista de paseos y paisajes, Richard Long, rechazaba el Premio Turner en su primera edición. En lo que se refiere a las grandes coordenadas teóricas del arte, la década de los ochenta se resistía a definirse por una concreta oscilación entre la autonomía y el compromiso o por una determinada posición del péndulo entre la abstracción y lo figurativo y en su acelerado transcurrir quedaba el surco de una particular expresión del posmodernismo y una recurrente sensación de acabamiento. Más específicamente, como recuerda Benjamin H. D. Buchloh, en los años ochenta, cuando el concepto de postmodernidad estaba en auge, artistas como Georg Baselitz, Miguel Barceló o Mimo Paladino escarbaban en los predios del pasado, retomaban ciertas representaciones tradicionales y sorteaban de formas muy distintas la politización del arte y el compromiso con la realidad social. El panorama artístico en la época de las primeras Acciones y los primeros Táctiles de Ferrer Lerín se caracterizaba, en gran medida, por el abandono de algunos excesos teorizantes de tipo interdisciplinar, por la emergencia de nuevas políticas culturales como espacio de resistencia en un cruce de caminos (o de descampados) entre la vieja teoría de la desigualdad de clases y los nuevos temas de la diferencia de raza o género, de la ecología y la exclusión. Los años de la propuesta teórica de Ferrer Lerín se distinguían por distintas corrientes englobables bajo el rótulo de una posmodernidad plástica híbrida y ecléctica, por el retorno a distintas formas de pintura alegórica en gran medida aligeradas de la carga meta estética precedente y que ya apuntaban tanto a la reinterpretación y la mezcolanza de estilos y texturas como a instantes fugaces de una felicidad individual apasionada (o quizás, mejor de un placer solipsista), tanto al nomadismo fragmentario como a la ironía y la crítica corrosiva de los sistemas políticos, económicos pero también «culturales». Son los casos de Marlen Dumas («El mal es banal», 1984) que tomaba ese año como referente temático la provocativa y lúcida expresión de Hannah Arendt, de la remodelación de la historia de la fotografía de la artista y terapeuta Jo Spece, de la inspiración en la naturaleza de Miquel Barceló, del bad painting de Basquiat, del neoexpresionismo de Anselm Kiefer cuya primera exposición individual en España, «El viento, el tiempo, el silencio», tenía lugar en el Centro de Arte Reina Sofía en 1985 y cuya Vía Láctea semeja, de acuerdo con la interpretación más personal que aquí hago de los ecos del arte leriniano, tanto un campo quemado como una mirada a las estrellas, tanto un solar como un instante en la gran gramática de la creación.

Recuerdo perfectamente la cualidad insólita de los reflejos de un trozo enorme de cristal tintado empujado por las raíces de una higuera junto a una serie de plafones de amianto blancos señalizando caprichosamente otras zonas irregulares de un descampado anexo al terreno —llamado grandilocuentemente «Bulevar de las Avenidas»— donde iban a levantarse nuevos edificios para jóvenes cargados de un pesado paquete de esperanzas y una desventurada entidad bancaria dispuesta a financiarlas. Sobre la llana superficie del solar se aparece en la memoria el resto de un sillón desbaratado a la manera del arte destructivo de Kenneth Kemble. Hay noches todavía en que me aterra el espectral aspecto de un perchero equilibrado sobre un montículo de escombros; de alguna pálida forma aún distingo los pardos matices de una serie de hojas de metal dispuestas en una hilera casual y la espuma amarilla contorsionada (que esos días llamábamos «espuma pica-pica») como una de esas enormes —así me parecen ahora y no entonces— serpentinas sometidas a la oxidación de acuerdo con la menos casual voluntad de Richard Serra. ¿Y no invitaban, según entiendo ahora, también las obras de Jackson Pollock a ser leídas en todo el planeta y no solo en aquella autopista que dividía simétricamente los grandes descampados de Valencia como mapas aéreos de megalópolis con solares? Si en el futuro Ferrer Lerín iba a tener razón aquellas disposiciones casuales llevaban escritos en su lomo polvoriento el sello del arte [...] .


Un fragmento de:

Jesús García Cívico, «Lindes del arte casual y gramática de los solares», en Francisco Ferrer Lerín, Arte Casual, Sevilla: Athenaica, 2019, pp. 73-75.

miércoles, 3 de junio de 2020

En Radio Malva con Alfonso Moreira (de la página de HardCuore)

HardCuore#202. Mis mejores casetes | Jesús García Cívico

Por Hardcuore - 3 junio, 2020 11 0


Hard Cuore el programa de Radio Malva, dedicado al mundo de la canción y a todo lo que la rodea. Cuenta con Santiago en el apartado técnico y con Alfonso Moreira al micrófono. Se emite todos los martes de siete a 8 de la tarde con repeticiones los jueves de madrugada y el domingo de 10 a 11 horas.


Jesús García Cívico es licenciado en filosofía, doctor en derecho y máster en literatura comparada y crítica cultural (Universidad de Valencia). Es profesor titular de Filosofía del derecho en la Universitat Jaume I donde dirige un proyecto sobre iconografía y cultura legal. Es miembro de la Asociación Española de la Prensa Cinematográfica y autor de dos libros de ficción, Una casa holandesa (Canibaal, 2014) y la novela breve Singular (Che Books, 2018).


LISTA DE CANCIONES

1. Airscape, por Robyn Hitchcock, The Egyptians | Element of Light, 1986

2. Strange Fruit, por Billie Holiday | Strange Fruit, 1939

3. Second Skin, por The Chameleons | Script of the Bridge, 1983

4. Back to the Old House (John Peel Session), por The Smiths | Hatful of Hollow, 1984

5. Close to Me, por John Maus | We must become in the pitiless censors of ourselves, 2011

6. I Walked with a Zombie, por Roky Erickson | The Evil One, 2013

7. Centro Di Gravità Permanente, por Franco Battiato | La voce del padrone, 1981

8. Chinatown, por Wild Nothing | Gemini, 2010

9. Rückert-Lieder: Ich bin der Welt abhanden gekommen, de Gustav Mahler, por Anne Sofie von Otter & Orquesta NDR de la Filarmónica del Elba, John Eliot Gardiner | Lieder Mahler · Zemlinsky, de la Deutsche Grammophon, 1996

10. All My Happiness is Gone, por Purple Mountains | Purple Mountains, 2019.


Audio aquí