Creo que la diferencia entre aquellos que además de escribir otros géneros hacemos crítica literaria (sea de un ensayo, de una novela, o de un libro de filosofía) y aquellos que nunca se han planteado hacerla es, como todas, una cuestión de «egoísmo» (egoísmo entendido en un sentido muy distinto al que enseguida están pensando).
¿Qué tipo de crítica me gusta escribir a mí?
Yo siempre he tratado de trasladar a la medida de mi lengua, de mi formación y de mis posibilidades, con todo el entusiasmo infantil y la perspicacia madura de la que soy capaz —y creo que siempre con un rigor no exento de amor por la cultura o de amabilidad con el autor— aquella definición de crítica que defendía W. H. Auden (La mano del teñidor) cuyo párrafo que cito a continuación fue a su vez objeto de crítica en una de las tertulias casuales propuestas por Kowalski Bellas Artes, etc.:
«¿Cuál es la función del crítico? Acercarme a obras o autores con los que no estaba familiarizado hasta ahora; convencerme de que he menospreciado determinadas obras o autores porque no los he leído con la suficiente atención; mostrarme relaciones entre obras de distintas épocas y culturas que nunca habría podido descubrir por mi cuenta porque no tengo conocimientos suficientes y nunca los tendré; ofrecerme una lectura de la obra que acreciente mi comprensión de la misma; arrojar luz sobre el proceso de construcción artística, y arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etcétera. Los tres primeros exigen erudición, los tres siguientes un grado mayor de perspicacia, cuando las cuestiones que suscita el crítico son nuevas e importantes».
W. H. Auden
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